La compasión. Les Tourmentes (2014)

“Me enfrentaré a la aflicción, descubriré un respeto por ella y, si es posible, encontraré su belleza”. John Berger.

Les Tourmentes (2014) es una marca, una señal en el camino, en el tiempo. Un grito desde las profundidades. Es una mirada hacia los perdidos, desde la locura, que toma su lugar para mirar cara a cara al espectador para, por un lado, traer al presente a aquellas personas que se perdieron por el camino de los tiempos y que fueron olvidados en los márgenes de la historia y, por otro, el de construir una marca, una señal cinematográfica, que nos permita salir de la tormenta en la que estamos envueltos, para dejar de caminar en círculos en la espesura de una niebla que nos envuelve.

Frágil retrato del ser humano que nos plantea Vandeweerd, que posa la mirada fija sobre los locos. Gesto valiente, de compasión. Su cámara filma sus rostros, sus gestos, nos deja ver de cerca, en largos planos. Ellos miran a cámara, al espectador, a nosotros, desafiándonos. No se trata de dar la palabra a alguien. Sino de tomar y ser tomado. Reducir una distancia construida que nos pone frente a frente.

Reconocemos en sus tics, en su forma de andar, el gesto del que cayó en la fractura, espacio existente entre la forma de estar en el mundo y del mundo en sí mismo. Una violenta tensión que se resuelve a las bravas y que deja a las personas en un impasse, una locura que se abalanza a llenar un vacío que se hizo insoportable. Que nos quiebra.

Entre la cordura y la locura, la naturaleza y la cultura, lo físico y lo mental, el pasado y el presente, lo terrenal y lo mítico, la memoria y el olvido, emerge un filme excepcional, que se olvida de líneas argumentales para invocar un misterio que habita en nuestro interior para reconocernos en el otro.

“La compasión no tiene lugar en el orden natural del mundo, que opera sobre la base de la necesidad. Las leyes de la necesidad son tan inexorables como las de la gravedad. La facultad humana de la compasión se opone a este orden y, por consiguiente, es mejor considerar que hasta cierto punto es sobrenatural. Olvidarse de uno mismo, por brevemente que sea, identificarse con un desconocido hasta el punto de reconocerlo, supone desafiar la necesidad, y este desafío, aunque sea mínimo y callado, entraña una fuerza que no se puede calibrar según los límites del orden natural. No es un medio y no tiene fin. Los Antiguos lo sabían”.  John Berger

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